El objetivo de esta propuesta se centró en facilitar una jornada de diseño participativo que aportase herramientas, pautas y estrategias para definir una hoja de ruta según las directrices del Gobierno. Al evento, como lo llamaban los organizadores, acudirían más de 40 entidades de todo el territorio. ¿Cómo facilitarles un escenario de trabajo conjunto?
Antes de la facilitación
Como anticipamos, la preparación del taller se llevó gran parte de la energía. A la esperada multitud de voces, intereses y expectativas de los representantes de cada comunidad energética se añadió la presión de responder a una serie de requisitos ante las subvenciones gubernamentales. Por ello, además de reflejar los objetivos del taller, la convocatoria previa incluyó una breve escaleta acompañada de formularios y encuestas previas que me permitió tomarles el pulso.
El resultado de las encuestas reveló que muchas voces proponían un enfoque participativo orotodoxo, con herramientas como el DAFO, o que otros tantos esperaban un encuentro radicalmente informal. Todas reclamaban, eso sí, el desarrollo de la capacidad de anticipación para elaborar sus respectivas estrategias. Ese fue el motivo por el que elegí el diseño para construir los escenarios de futuro comunes, y para ello había que establecer determinado ambiente en un entorno no habituado a trabajar con el diseño participativo. Como facilitador, mis tareas incluían construir un clima de confianza, equilibrar las aportaciones, apartar cualquier signo de competición o celebrar cada nuevo acuerdo.
Llegó el momento del taller

Tras una breve introducción los participantes se presentaron en cada equipo de trabajo. Divididos previamente y organizados por grupos de afinidad, siempre por consenso y con la ayuda de las figuras responsables de Energía Ciudadana y Transición Energética de Greenpeace y de Union Renovables, se escucharon las primeras voces que establecían un contexto antes de plantear un escenario común. Ese boceto de escenario común recogería una incipiente visión conjunta y comenzaría a identificar las fuerzas del cambio, así como las principales barreras que se plantean. El triángulo de futuros, presentado por primera vez por Sohail Inayatullah, es una herramienta muy poderosa para este punto de partida.
Lo siguiente que hicimos fue analizar con profundidad los riesgos emergentes surgidos en cada mesa de trabajo. Se trataba de identificar aquello de lo que oímos hablar hoy y que podría influir en nuestra visión de futuro preferible. ¿Cómo anticiparse a posibles impactos explorando las consecuencias de los riesgos emergentes? Llegó el momento de desarrollar escenarios posibles, y para ello elegí una matriz que fuese más allá de la doble variable al integrar aquellos riesgos que, aunque poco probables, pudieran desestabilizar cualquier escenario deseable.
El último esfuerzo para reforzar la visión conjunta permitió forjar y presentar después un itinerario hacia cada escenario de futuro preferible. Fue un placer facilitar un proceso en el que las comunidades energéticas renegociaron paso a paso significados y propósitos para transformar su propio futuro.
